Para comprender mi concepto de enfermedad, antes tengo que explicaros mi punto de vista, un punto de vista que se basa en una filosofía algo diferente, es decir una forma de ver la vida algo distinta, intentaré explicarlo poco a poco lo mejor posible a lo largo de algunos posts.
Por qué motivo podemos enfermar, ha sido la pregunta que siempre me ha obsesionado desde que empecé a ser miembro de este, nuestro sistema de salud. Con los años fui dándome cuenta de que había algo en aquello que me habían enseñado en la facultad que no funcionaba. La primera pregunta que me hice fue ¿Cómo era posible que con tantos avances en medicina, aún no se hubiese descubierto la cura contra el cáncer?, hemos llegado a la Luna y ahora incluso Marte y aún no se conoce ningún remedio eficaz contra esta enfermedad a pesar de los grandes esfuerzos humanos y económicos que se han venido realizando. A veces me he planteado, si realmente lo que ocurre es que no interesa “económicamente” encontrar la solución dado el gran comercio que se mueve alrededor de esta enfermedad. Pero no quiero pensar que pueda ser este el motivo, aunque hay quien piensa que todo es posible, este enlace es muy interesante:
De todas formas y a pesar de todo, otra pregunta que me hecho es si partiendo de la teoría de que el medio influye en la enfermedad, por qué, por ejemplo en un núcleo familiar no siempre todas las personas padecen las mismas enfermedades a pesar de que las circunstancias sean las mismas, habrá quien piense que pueda ser un problema genético o que tenga un sistema inmunológico más o menos fuerte, pero para mí lo que realmente les diferencia es la forma que tienen de enfocar los distintos problemas de la vida, cómo reaccionan ante una misma situación, es decir: podemos resolver el problema, frustrarnos y no resolverlo, o simplemente ignorarlo.
Ya vimos cuando hablábamos del cerebro, la relación que tenía en las emociones, en como estas controlan de alguna forma nuestras hormonas, y como estas a su vez nuestro organismo. Pero estas emociones no serian tales si no llegásemos a ellas a través del pensamiento.
Los teóricos cognitivistas piensan que existe esta relación, a tal extremo de poder que no solo influyen el ellas sino que también pueden llegar a determinarlas, veamos algunos ejemplos:
TIPO DE PENSAMIENTO
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EMOCIÓN
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No debería ser, no es justo
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Rabia
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Algo malo podría sucederme
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Temor
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No creo poder lograrlo
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Inseguridad
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Si me expongo me rechazan
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Timidez
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He perdido algo valioso
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Tristeza
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Nada puede mejorar las cosas
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Desesperanza
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Esto me molesta pero temo decirlo
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Resentimiento
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Si aceptamos que existe una relación directa entre el pensamiento y las emociones, que estas influyen en la conducta y que esta otra a su vez puede afectar todas las áreas de nuestra vida, lo razonable sería hacer algo al respecto, así que vamos a ver qué podemos hacer.
Supongo que alguna vez habéis oído eso de que “las desgracias nunca viene solas” existen conceptos filosóficos que dicen que lo negativo atrae a lo negativo y que lo positivo a lo positivo, es decir, si pensamos que algo nos va a salir bien, supongo que estaréis de acuerdo conmigo en que habrá más posibilidades de llevarlo a cabo que si desde un principio pensamos que va a salir mal.
Hay personas para las que la vida es una gran oportunidad de crecer y disfrutar; mientras que para otros, la vida es tan solo un gran sacrificio y una continua lucha. La gran diferencia entre ellos está en su manera de percibir el mundo.
Hay personas para las que la vida es una gran oportunidad de crecer y disfrutar; mientras que para otros, la vida es tan solo un gran sacrificio y una continua lucha. La gran diferencia entre ellos está en su manera de percibir el mundo.
“Podríamos afirmar que con nuestro pensamiento creamos una realidad”
Nuestros pensamientos son fundamentales, continuamente estamos pensando (supuestamente unos 60.000 al día, la mayoría de ellos negativos) y estos pensamientos son los que van a marcar nuestra vida. Desde el momento en que pensamos en algo y lo llevamos a la práctica pasamos por tres fases: la primera la vamos a llamar nuestra Mente consciente, la segunda nuestra Mente inconsciente y la tercera el cuerpo que se corresponde con el cuerpo físico (es decir cuando llevamos a la práctica aquello que habíamos pensado). En nuestra mente consciente es donde radica nuestra voluntad y nuestro poder de decisión, es lo que conocemos como “libre albedrío”, es decir la capacidad que tenemos de elegir nuestros propios pensamientos.
Hemos de abandonar la idea de que somos víctimas de nuestro propio destino y tenemos que empezar por aceptar que todo lo que nos ocurre, en cierta forma lo estamos eligiendo. Muchas de estas elecciones se dan en fracciones de segundo y terminan depositándose en nuestra mente inconsciente, donde se fortalecen y terminan manifestándose en nuestras vidas. Por ejemplo: cuando vamos a visitar a un enfermo, podemos llegar a pensar ¿me pasará a mí lo mismo?, en ese momento se produce lo que podríamos llamar “el contagio”, se trata de un pensamiento que se ha depositado en nuestra mente como una semilla. De ahí en adelante cuanto más pensemos en el, más estaremos regando esa semilla que al final dará como fruto lo que conocemos como “enfermedad”. Hemos de tener en cuenta que la mente inconsciente no razona, ni elige, ni cuestiona y siempre dice SÍ; por ejemplo: si pensamos que nuestra vida es una ruina, el inconsciente tomará este pensamiento como una orden y se encargará de ejecutar todo lo que esté a su alcance para hacer que la vida sea una ruina.
Otro aspecto son los Hábitos de Nuestro cerebro, que funcionan sobre la base de hábitos porque de esta forma se ahorra energía. Por ejemplo, una vez que hemos aprendido a vestirnos, ya no tenemos que volver a aprender cada mañana lo mismo. Ponernos una camisa, peinarnos, comer y demás son hábitos aprendidos en la infancia que nos ayudan a desenvolvernos de una forma mecánica sin necesidad de tener que pensar más en ello. Cuanto más repetimos una misma tarea, el hábito se vuelve más fuerte y, por lo tanto, nos resulta más fácil ejecutarla.
Los hábitos más importantes se aprenden en los primeros siete años de vida y, luego, los repetimos incansablemente a lo largo de toda nuestra vida. En esa etapa, aprendimos a amar, a ser felices o no, a vivir en la prosperidad o en la pobreza, a aceptar nuestra sexualidad o a sentir culpa, y muchas otras cosas más. Todo lo que hemos vivido de niños ha impregnado nuestra Conciencia formando una memoria básica, un "mapa" de ruta elegido por los mayores. Nuestra función como Adultos es seleccionar de todo lo aprendido aquello que nos sirve y aquello que no.
Como ya vimos anteriormente, nuestro Cerebro funciona gracias a unas células llamadas "neuronas". Cada una de estas neuronas tiene una extensión semejante a un cable, que se llama "Axón", con el que se conecta a otra neurona y de esta forma se transmite el mensaje eléctrico a lo largo del cuerpo. El Cerebro da la orden, las neuronas trasmiten esta orden al cuerpo, y este finalmente la ejecuta. Por ejemplo, cuando nos enseñan a conducir al principio nos resulta complicado el combinar las velocidades con el embrague y el acelerador, en el momento en que decidimos hacerlo prestando nuestra atención, nuestras neuronas mandan una señal eléctrica a nuestro cuerpo y entonces es cuando pisamos el embrague a la vez que introducimos la velocidad y pisamos el acelerador.
Cuando repetimos muchas veces esto mismo, creamos un hábito, de tal forma que ya no necesitamos pensar que es lo primero, si el embrague, la marcha o el acelerador. Cada vez que lo hacemos muchas neuronas se juntan entre sí formando una especie de “cable” cada vez más ancho por el que la energía se transmitirá más rápidamente, sabemos que con el tiempo y la repetición nuestro dominio del coche en lo que respecta a las velocidades está cada vez más preparado para dar esa respuesta inmediata que es necesaria. Estas conexiones neuronales no se separan nunca, permaneciendo siempre con nosotros.
Ahora nos surge la pregunta de ¿cómo podemos cambiar?, la respuesta es muy sencilla “creando un nuevo hábito”; al principio será un cable débil, pero con el tiempo se volverá más ancho y fuerte que el anterior.
Para que la formación de un nuevo hábito sea exitosa, son necesarias dos condiciones: El deseo y la repetición. Uno de los principales obstáculos es la impaciencia, que podemos definirla como la incapacidad de permitir que transcurra el tiempo necesario para que una nueva idea se afiance en nuestra conciencia. Es como pretender que una planta que acaba de nacer, dé inmediatamente flores y frutos. En otras palabras, la impaciencia es una forma de resistencia al cambio.
Para terminar esta pequeña introducción a mi punto de vista de la enfermedad, me gustaría que recordaseis cuando al principio hablábamos de que lo negativo atrae a lo negativo. A veces vivimos o estamos rodeados de situaciones desfavorables, porque atraemos a personas que nos mienten, nos engañan, nos roban dinero, se aprovechan de nosotros, etc. Cuando se presenta esta situación tenemos que saber que todo cuanto nos ocurre en el mundo material que nos rodea, es lo mismo que nos ocurre en nuestro mundo interior, es decir si encontramos una habitación desordenada podemos pensar que la persona que la habita también sus ideas o pensamientos se encuentran desordenados.
Es decir, si en un momento determinado de nuestra vida nos encontramos en crisis, es decir nos sentimos deprimidos o preocupados, arreglarnos físicamente o mejorando nuestro aspecto personal externo casi de una forma inmediata influirá en nuestro estado interno. Si nuestra vida es un caos, vamos a empezar por poner orden en nuestra habitación, “El orden exterior nos ayudará a poner orden en nuestro interior”.
Me guastaría que reflexionéis sobre este tema. Más adelante os iré intercalando algunos de estos conceptos filosóficos para que os resulte más fácil entenderme. La próxima semana atendiendo una petición de una compañera, hablaremos de la mujer a partir de los 45 años de edad.
Gracias, nos vemos.
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