Introducción:
Con este
trabajo, he pretendido determinar la incidencia que la anemia tiene a lo largo
de la vida de una persona. Es un estudio de investigación que fue presentado en
un Congreso Nacional y donde intenté demostrar cómo influyen los sentimientos y
las emociones en el desarrollo de la anemia, para ello realicé un seguimiento
de dos años a todos aquellos pacientes que ingresaron durante este tiempo de
estudio y que fueron diagnosticados de este problema. A pesar de que el trabajo
se encuentra relacionado directamente con la anemia, toda la problemática de la
descalcificación ósea también la podríamos relacionar a su vez con esta situación,
ya que al igual que el hierro, el calcio, necesita tener las mismas condiciones
que el hierro para poder ser aprovechado por el organismo.
En nuestra
cultura, la anemia normalmente se presenta como una carencia de elementos que
se corrige diagnosticando primero la causa y después suplementando sus
carencias, sin embargo, no se suele valorar por qué a ciertas edades y de una
forma recurrente surge este problema, se suele considerar como algo “habitual”
que termina siendo tratado con aportes de hierro. Otras culturas, sin embargo,
hacen hincapié en la prevención, teniendo en cuenta una serie de
características, basadas en múltiples observaciones como pueden ser la edad,
lugar donde se vive, aspectos de la personalidad, las emociones y los
sentimientos, la forma y el color de la dentadura, la estación del año en la
que se encuentran, etc. Desde este otro punto de vista “cultural”, tales
características pueden influir en la capacidad de absorción de ese mineral por
nuestro organismo, por lo que conociendo las particularidades de cada persona,
se podría prever en cierto modo la forma de mejorar el aprovechamiento del
hierro y en consecuencia, evitar un porcentaje no pequeño, de posibles anemias,
al menos las relacionadas con la absorción. Se trata, por tanto, de un nuevo
enfoque de una patología en la que los sentimientos y las emociones juegan un
papel crucial.
Gracias al Departamento de Estadística del Hospital Virgen Macarena, se
extrajeron datos referentes a los años 2007 y 2008. Sobre ellos, el estudio pudo medir el número de casos de anemias
diagnosticados desde el nacimiento hasta los 100 años de edad.
En cuanto al método, se ha optó por un estudio descriptivo, tipo
transversal, para detectar el posible factor de riesgo y la prevalencia que la
anemia tiene a lo largo de la vida utilizando como variables la edad y el sexo de
los pacientes estudiados, una población de estudio de 66.148 personas.
Resultados:
Los resultados
obtenidos del estudio estadístico nos mostraron un estado progresivo de los casos
de anemias, apareciendo unos discretos ascensos en algunos periodos a lo largo
de la vida; estos periodos los hemos dividido en grupos de edades para poder
abordarlos mejor.
u1er
apartado: de los 0 a los 11 años: En este grupo se observa un incremento de casos de anemia que va desde el
nacimiento hasta los 4 años de edad, aproximadamente. A partir de esa edad y
hasta los 11 años, se aprecia cómo el índice de casos disminuye de forma
progresiva. Hemos de tener en cuenta que durante la infancia (especialmente en
su inicio) el niño llega a multiplicar su peso por tres con una alimentación
casi exclusivamente láctea, a pesar de lo cual se detectan anemias por falta de
hierro en casi una cuarta parte de los casos.
u2º
apartado: de los 12 a los 23 años: En estas edades, los datos muestran un incremento de casos de anemias en
niñas entre los 12 y los 18 años de edad, reflejando un aumento a partir de los
19 años que se mantiene aproximadamente hasta los 23 años. En los varones, por
el contrario, prácticamente no se detectan casos, salvo un pico alrededor de
los 17 años. Se podría argüir que las niñas, a esas edades, inician la
menarquía, pero aunque es algo común a todas ellas, no todas padecen problemas
de anemia. También se podría valorar la dieta, pero resultan más llamativas las
diferencias emocionales entre chicos y chicas en esas edades.
►3º apartado:
de los 24 a los 45 años: Se constata un aumento de los casos de anemia en mujeres entre los 27 y 38
años, siendo ellas las que presentan el mayor número de casos diagnosticados. A
partir de esa edad se inicia un ascenso que seguirá subiendo hasta los 45 años.
En los hombres, la anemia la encontramos a partir de los 34 años, aunque es entre
los 38 ó 39 años cuando se produce una cuesta ascendente hasta los 45 años.
►4º apartado:
de los 46 a 100 años: Tanto en hombres como en mujeres aparece un aumento progresivo de casos, que
alcanza su cenit entre los 76 y 80 años para luego ir bajando hasta los 100
años.
Cuando se detecta una anemia, el proceso suele ser el siguiente: es decir,
una vez realizada la analítica, se intenta averiguar la causa de la carencia de
hierro y se prescriben los suplementos que la palien, sin embargo no se suele
tener en cuenta la importancia que tiene el proceso digestivo en la
absorción del hierro y cómo en otros ámbitos culturales diferentes al nuestro,
en función de los criterios de observación señalados y de unos patrones de
conducta concretos, logran establecer una relación entre la secreción de los
jugos gástricos y la absorción del hierro.
Para otras
culturas, quizás los factores más destacables son las emociones y los sentimientos,
demostrando como estos pueden influir durante
los procesos metabólicos aumentando o
disminuyendo las diferentes enzimas digestivas, ya que la absorción de hierro para
que pueda ser aprovechado por el organismo requiere de un elevado nivel de
secreción gástrica. Es por este motivo, por lo que pienso que es importante
explicar de una forma clara como funcionan estas emociones y sentimientos para poder
comprender mejor la capacidad de influencia que pueden tener en los mecanismos
que favorecen la aparición de anemia.
Según el
Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), emoción es un “interés expectante con que se participa en
algo que está ocurriendo”. Otra definición apunta a los fenómenos psicofisiológicos
que representan modos de adaptación a ciertos estímulos ambientales o de uno
mismo. Conductualmente, las emociones sirven para establecer nuestra posición
con respecto al entorno, los objetos, las acciones o las ideas, impulsándonos
hacia ciertas personas o alejándonos de ellas. Para el psicólogo Robert Ader,
existe una infinidad de mecanismos por los que el sistema nervioso central y
sistema inmunológico se comunican entre sí, senderos biológicos que hacen que
la mente, las emociones y el cuerpo no están separados, sino íntimamente
interrelacionados, formando una unidad psicosomática.
Fisiológicamente,
la base de las emociones se encuentra en la “amígdala” cerebral,
un conjunto de núcleos de neuronas localizado en lo más profundo de los lóbulos
temporales y cuyo papel principal es el procesamiento y almacenamiento de las
emociones.
Los estímulos
emocionales se pueden presentar por dos vías:
·
Vía directa: los estímulos se dirigen desde la
amígdala a la corteza cerebral.
· Vía indirecta: en la que interviene el
hipotálamo, provocando una producción de
hormonas en el organismo que generan cambios físicos, como contracciones
musculares, elevación de la presión sanguínea y aceleración del ritmo cardíaco.
Estos cambios
tienen un efecto feed-back sobre la
corteza somatosensorial, que deriva la información hacia la corteza frontal,
donde se interpreta como emoción. Es decir, para hacernos una idea, la emoción
surge ante una situación repentina, de manera brusca, no como algo instintivo
ni tampoco innato, sino como resultado de la experiencia. Se trata, en
realidad, del resultado de lo adquirido a través de los complejos procesos de
aprendizaje de una cultura y la incorporación de vivencias personales.
Otro
factor a tener en cuenta son los sentimientos. En función de los colectivos en
los que nos integramos en la vida cotidiana –somos seres gremiales- y con las
vivencias y experiencias que vamos adquiriendo, se configura la forma de ser de
cada uno. Sentimiento, según el DRAE, es “el
estado afectivo del ánimo producido por causas que lo impresionan vivamente”.
Se podría decir que los sentimientos son el resultado del flujo de cargas
emocionales al que la mente se ve sometida por la variación del medio. En
puridad, son estados afectivos muy complejos, más estables y duraderos, pero
menos intensos que las emociones. Los sentimientos no surgen bruscamente por un
estímulo en un momento dado, sino que son producto de una situación progresiva
que deja su huella. Ejemplos de ellos son la preocupación, la incertidumbre, el
enojo, el coraje, la tristeza, la depresión, la culpa, la autocompasión, la
ansiedad, los celos, etc. El peor de todos ellos es el miedo, por tal motivo se
administra un sedante a quienes se van a someter a una operación, ya que
pacientes que se encuentren muy asustados pueden presentar serias
complicaciones durante la intervención quirúrgica, como hemorragias abundantes
o ser proclives a infecciones, ya que el pánico y la ansiedad elevan la presión
sanguínea y la dilatación de las venas, lo que acarrea el peligro de
hemorragias y el riesgo de sangrado, y por lo tanto la necesidad de requerir
más tiempo para su recuperación.
En
determinadas situaciones, una emoción o un sentimiento pueden reducir o
aumentar el flujo de las secreciones gástricas y, en consecuencia, favorecer o
bloquear la absorción del hierro. Ello es más evidente en las situaciones de
estrés que caracterizan a nuestra sociedad y que acaban afectando al estómago como
consecuencia de los cambios que se producen en el sistema gastrointestinal.
Vamos
a ver cómo funciona: La detención de la secreción de enzimas digestivas
enlentece la motilidad del tracto intestinal reduciendo de esta forma su flujo
sanguíneo, al objeto de reservar la sangre disponible hacia la actividad
muscular esquelética. Por otro lado las hormonas que se liberan en los momentos
de tensión detienen todas las funciones que no son de emergencia, como son la
digestión y la inmunidad, para concentrarlas en las de lucha o huida, estas señales
son notorias: el corazón late con más fuerza, los pulmones bombean a toda
velocidad y los músculos reciben una gran carga de glucosa. Estas hormonas del
estrés (adrenalina, noradrenalina) y el cortisol, además de obstaculizar la
función de las células inmunológicas, impiden la formación de tejido óseo, actúan
sobre los centros de memoria y aumentan la ansiedad, lo que provoca que se coma
y se beba más, aparte de favorecer la propensión a los accidentes.
Todos
estos factores en otras culturas, son tenidos en cuenta para la prevención de una
posible anemia, utilizando simplemente la observación de ciertos aspectos
físicos, entre los que vamos a destacar el color y la forma de la dentadura:
·
Por su
forma: alineados o irregulares, indican cómo es la persona
emocionalmente. Es decir cuando nos encontramos a personas que presentan una
alineación irregular de su dentadura podría hacernos pensar que se tratan de personas
emotivas y sensibles, a mayor desarreglo en su dentadura, posible mayor grado
de sensibilidad y emotividad.
·
Por su
color: blancos o amarillos, permiten saber el nivel
de secreción gástrica. Cuando nacemos tenemos los conocidos “dientes de leche”,
después en la pubertad empiezan a amarillear, para finalmente en la edad adulta
encontrarnos que siguen siendo amarillentos, oscuros, blancos e incluso podemos
haberlos perdido (más adelante explicaré porqué ocurre esto).
Una vez realizado el estudio, los resultados pusieron de relieve una
evolución de la anemia de forma progresiva a lo largo de la vida, desde el
nacimiento hasta los 100 años, probablemente no solo por causas debidas tanto a
una carencia como a una posible mala absorción.
1er apartado: de los 0 a los 11 años. En lo que se refiere a la primera parte del estudio (desde el nacimiento
a los 11 años de edad) algunos autores piensan que los casos de anemias
que se producen durante este periodo son generalmente consecuencia de una
alimentación carente de carnes y verduras, basada prácticamente en leche y
cereales, sin embargo si tenemos en cuenta que los cereales son ricos en ácido
fítico (lo que hace que el metabolismo del hierro se vea bloqueado) y que la
leche es muy pobre en hierro, nos encontramos que este tipo de alimentación va
a facilitar una agravación en la carencia de este mineral. Sin embargo otras
culturas tienen en cuenta, con mejor criterio, que el niño aproximadamente,
desde su nacimiento hasta la pubertad, presenta una disminución del aporte de
enzimas digestivas, encontrándonos de esta forma con un impedimento más para la
absorción.
En nuestro
entorno cultural cuando se presenta la carencia, lo solucionamos aportando un
suplemento de este elemento, pero no se advierte, como ocurre en otros ámbitos,
que tan importante es aportar un suplemento para corregir una carencia como la
importancia que tiene el que se pueda favorecer su absorción de una forma
eficaz por el organismo. En esta etapa, las emociones no juegan directamente un
papel muy importante, ya que los niños dependen emocionalmente de sus padres.
Por otro lado, la dentadura en estas edades presenta un color blanco, “los
llamados dientes de leche” que para otras culturas es significativo de una
disminución de enzimas digestivas. Una carencia de tales enzimas puede hacer
disminuir la absorción de hierro, por lo que sería aconsejable, en primer
lugar, eliminar aquellos alimentos que actúan como “bloqueantes” de la
secreción y en segundo lugar aportar nutrientes ricos en hierro, potenciando su
aprovechamiento e incrementando los niveles de enzimas digestivas [no sé si
recordareis cuando éramos pequeños y nuestras madres nos daban la “Quina” con
la yema de huevo, era vino dulce (ya que el alcohol favorece la secreción de
los jugos gástricos) con la yema de huevo rica en proteínas y hierro, de esta
forma lograban abrirnos el apetito y paliar en cierto modo la posible anemia
que pudiésemos tener]. En estas edades habíamos hablado de que el color de la
dentadura era blanco, este color se suele relacionar con una falta de secreción
gástrica y suele ir desapareciendo cuando se va llegando a la pubertad donde se
torna amarillenta. Esta falta de apetito que surge en esta época en algunos
niños podría paliarse añadiendo una pizca de sal a las comidas, ya que la sal
favorece el incremento de secreción gástrica.
2º apartado: de los 12 a los 23 años. En cuanto a los
adolescentes (hasta los 25 años) es común admitir que estos están regidos
por las hormonas, pero para mí es diferente, la cuestión sería: ¿No será que el
cúmulo de emociones y sentimientos controvertidos que aparecen en estas edades
es lo que realmente provoca ese revuelo hormonal, y no al revés? La visión que
tienen los jóvenes de la vida es idealista, todo lo discuten y no les gusta que
les rectifiquen o indiquen cómo comportarse. Se irritan si son tratados como
niños, pero también si se les exige que se comporten como adultos. La expresión
de sus emociones puede variar, pero no sus sentimientos, lo que es fácilmente
perceptible cuando son efusivos al abrazar y besar a sus amigos, pero reacios a
recibir el mismo trato por parte de los padres, lo que les da vergüenza. Todas
estas situaciones les producen unos niveles elevados de enzimas digestivas que
les protege de la anemia. Esos niveles elevados de enzimas son los causantes,
paralelamente, del color amarillento de sus dentaduras.
Las mujeres, en
cambio, suelen ser más emocionales que los hombres, y es aquí donde ya vamos
mezclando las emociones con los sentimientos. Cuando atraviesan situaciones de
preocupación o estados anímicos bajos, se manifiesta en la probable aparición
de problemas dentales (dientes irregulares), lo que nos debe hacer sospechar de
una disminución en las secreciones de CLH, jugos gástricos e intestinales que
dificulta la absorción del hierro, el cual, como hemos señalado, necesita un
nivel alto de enzimas digestivas para que pueda ser aprovechado. Los chavales
son más viscerales que las mujeres, una situación emocional que facilita una
mayor secreción en el estómago y por lo tanto una mayor facilidad para la
absorción del hierro. Al respecto, hay que añadir la existencia de estudios que
relacionan directamente los niveles de andrógenos con la agresión y el aumento
de los niveles de enzimas digestivas, lo que en cierto modo explicaría el menor
índice de casos de anemia que se dan en los varones durante estas edades.
3º apartado: de los 24 a los 45 años. Cuando pasamos de los 25 y
avanzamos hacia los 45, entramos en un rango de edad donde se abandonan
las utopías y la disposición para “comerse el mundo”. Ahora hay que enfrentarse
a la realidad, a una vida llena de contratiempos y problemas de todo tipo, lo
cual nos puede abocar a situaciones de tristeza, abatimientos y melancolías, lo
que nos convierte en más inestables emocionalmente. Ese “bajón” emocional
repercutirá en un descenso de los niveles de enzimas y, por consiguiente,
menores posibilidades de metabolización del hierro. También provocará que la
dentadura, en estas edades, se vuelva irregular y se comiencen a perder piezas
dentarias (ver nota al final). A partir de los 40 años, se
produce un aumento del número de casos, tanto en hombres como en mujeres, lo
que parece evidenciar la existencia de algún factor común a ambos sexos que
explique la indistinción genérica, sólo conjeturable por la relación que tienen
las emociones a nivel digestivo. Queda de manifiesto, asimismo, que las mujeres
presentan a lo largo de la vida un mayor número de casos de anemia que los
hombres, lo que nos induce a valorar y no olvidar también la relación que
pudieran tener las emociones, sin descartar tampoco la incidencia de
disminución de estrógenos y andrógenos con el final del ciclo fértil.
4º apartado: de los 46 a 100 años. Por último, a partir de los 46 y cuando empezamos a intentar alcanzar el
máximo de nuestra vida, un tercio de las anemias que aparecen en los
mayores de 75 años son, al parecer, de etiologías desconocidas y múltiples las
posibles causas que podrían ocasionarlas. Las más habituales son por déficit de hierro, asociadas a procesos crónicos y
anemias megaloblásticas por déficit de vitamina B12 y ácido fólico. Otras
causas probables son los síndromes mielodisplásicos, el mieloma múltiple y la
anemia hemolítica. Es una edad en la que también se pueden encontrar casos de
anemia relacionados con la alimentación, problemas digestivos e
insuficiencias renales. Las personas en este tramo de edad han perdido
prácticamente la dentadura o ha sido remplazada por prótesis. Sin embargo, es
frecuente en estas edades padecer estados anímicos disminuidos, por lo que la
secreción de enzimas digestivas también se va a ver afectada y la posibilidad
de absorción de estos minerales se resentirá. Además, no hay que olvidar que
muchas de estas personas estarán sometidas a anticoagulantes, y éstos, al ser
antivitamina K, provocarán una mala absorción del calcio, puesto que esta
vitamina se encuentra estrechamente relacionada con la formación de
osteoblastos, es decir con la formación de hueso.
Espero haber podido explicaros en su conjunto la relación
existente entre las emociones y la secreción de enzimas gástricas. Conociendo esa
concatenación de efectos, es posible determinar que otra causa de anemia podría
ser “al menos” su relación con las emociones en aquellos casos de mala
absorción, siendo susceptible corregirla sustituyendo de la dieta aquellos
alimentos que no faciliten o bloqueen la asimilación del hierro por otros que
favorezcan su metabolización, y evitando o modificando de esta forma conductas
o estados emocionales que limiten la secreción de enzimas digestivas.
NOTA:
El calcio,
junto al fósforo, es uno de los principales componentes del diente y de los
huesos, pero su absorción, como sucede con el hierro, necesita de un alto nivel
de secreción de enzimas digestivas para poder ser aprovechado, es por este
motivo por lo que todas las alteraciones que se producen relacionadas con la
dentadura y el esqueleto óseo puedan encontrarse también relacionadas con las
emociones y los sentimientos.
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