Existen muchas
maneras de alimentarse, pero solo una de nutrirse.
Según la Asociación Médica
Estadounidense, Nutrición es la ciencia que estudia los alimentos, los
nutrientes y otras sustancias conexas, su acción, su interacción y equilibrio
respecto de la salud y la enfermedad. Asimismo, estudia el proceso mediante el
cual el organismo digiere, absorbe, transporta, utiliza y elimina las
substancias alimenticias. Podríamos
decir, por ello, que la nutrición se ocupa de los nutrientes en sí y del
proceso de la digestión, es decir el estudio de los nutrientes y el proceso de
la digestión de los mismos en el organismo.
Cada día la
nutrición adquiere mayor importancia en todos los países del mundo. Es una
ciencia en la que hay que introducirse a través de una percepción global del
organismo, en los que hay que tener en cuenta aspectos bioquímicos,
fisiológicos, psicológicos, clínicos, culturales y climatológicos.
En cuanto a la Alimentación , podríamos
definirla como la forma y manera de proporcionar al cuerpo las substancias que
le son indispensables para mantener la salud y la vida. Al igual que una estufa
que suministra calor y necesita energía para funcionar y no estropearse, lo
mismo que un artesano necesita materias primas para sintetizar materiales
nuevos, también el organismo humano depende del aporte de energía y de
determinadas sustancias químicas que le llegan a través de la alimentación.
Estas energías y sustancias las necesita para su crecimiento, mantener las
funciones corporales y mentales, conservar el calor corporal y reconstruir los
componentes destruidos o perdidos en los procesos vitales; es decir para toda la actividad metabólica que nuestro
organismo necesita.
Desde mi punto
de vista, la digestión empieza en la boca, gracias a nuestra vista y/o nuestro
olfato.
Cuántas veces
hemos pasado por delante de una pastelería y se nos han ido los ojos por el
escaparate haciéndonos la boca agua, o cuándo nos han presentado un plato de
comida bien condimentado, con ese olor que llega a nuestro cerebro favoreciendo
que nuestro estómago se vaya preparando para lo que supuestamente viene
después.
No se si
conocéis que existe una estrecha relación entre la mente y la secreción
gástrica, bien conocida desde los experimentos de
Pávlov. (Por el procedimiento de hacer sonar una campana en el momento de poner
la comida a los perros, Pávlov consiguió crear en los animales un reflejo
condicionado, de manera que al cabo de algún tiempo bastaba el sonido de la
campana para desencadenar la secreción gástrica que normalmente provoca la
vista de la comida.), por este motivo yo diría que (en el ser humano no
necesitamos la campanita) la digestión empieza en la boca gracias a nuestra
vista y/o nuestro olfato, ya que gracias a ella se facilita la secreción de
jugos gástricos, y por lo tanto la digestión completa de los alimentos.
Cuando empezamos
a comer y una vez tenemos el alimento en la boca, es muy importante masticar y
ensalivar bien con el único fin de que cuando este llegue al estomago se
encuentre lo más triturado posible, de esta forma el estómago no necesitará
generar un gran esfuerzo en su metabolización, pero qué puede ocurrir cuando
nos encontramos con que este órgano se encuentra lesionado, bien por un
problema de gastritis, úlcera, hernia de hiato o cualquier otra patología; pues nos
encontraríamos con que el valor nutritivo de los alimentos que estamos ingiriendo
no podrían ser aprovechados por nuestro organismo, entonces ¿cómo podemos
abordar la posible falta de absorción o aprovechamiento de estos alimentos?. Para
poderlo hacer vamos a utilizar un símil donde compararemos el estómago con una
olla donde guisamos la comida y donde el tiempo del que disponemos para la
cocción es fijo (sería el tiempo que tarda el estómago en hacer la digestión).
Si una comida no
se llega a hacer cuando la guisamos, se podría pensar en varios motivos, vamos
a ver algunos de ellos:
o
Que el recipiente que usemos esté estropeado.
o
Que la temperatura no sea la adecuada, bien
porque el fuego sea demasiado bajo por el simple hecho de que no haya suficiente
o porque nos hayamos visto obligados a añadir más agua durante el proceso de
cocción; o por el contrario, que sea demasiado alto y por lo tanto se pueda
quemar.
o
Que el alimento que introducimos no se encuentre
lo suficientemente partido (a mayor tamaño y mismo tiempo de guiso, más
problema para hacerse).
o
Que el tiempo programado no sea el suficiente.
o
Que la persona encargada de la comida se
encuentre haciendo otras cosas y finalmente se le termine quemando.
Posiblemente
estéis pensando en muchas más, pero de momento vamos a ver qué ocurre cuando
trasladamos estas situaciones a nuestro organismo:
1º) Que el recipiente que usemos esté
estropeado, es decir que tengamos un problema de estómago (gastritis,
úlcera, hernia de hiato, e incluso podríamos hablar de cáncer).
Lo primero que
tenemos que hacer es intentar acabar con ese problema, pero ¿cómo lo hacemos? A
través de la alimentación podemos intentarlo, es cómodo, barato y fácil de
hacer. El mejor alimento que facilita la regeneración de los epitelios del
estómago es la “Patata”, la forma más efectiva es comerla guisada con verduras
exclusivamente (lo que aquí en Andalucía conocemos como unas patatas en
amarillo acompañadas tan solo por verduras) al menos unas tres veces en semana,
“ la frecuencia dependerá del grado de la lesión y de las ganas que tengamos de
recuperarnos, pero os aconsejo que sea cual sea el grado de lesión, con unas
tres veces por semana es suficiente, conforme vayamos mejorando reduciremos la
frecuencia hasta dejarlas al menos una sola vez por semana. Evidentemente mientras
se mantenga el problema no se deberán tomar alimentos que pudiesen actuar como
irritantes: fritos, naranjas, alcohol, leche y carnes; el resto de los
alimentos deberán estar compuestos por pescados blancos, legumbres, verduras e
hidratos de carbono (como arroz o pastas). A pesar de todo, un cítrico que
funciona muy bien es el limón, supongo que alguno de ustedes pensareis que como
un ácido puede venir bien en un problema de estómago, pero lo cierto es que
resulta muy efectivo, especialmente como antiácido; debemos de tomarlo diluido
en el agua de beber (cada vez que bebamos agua añadirle un poco de zumo de
limón natural). En realidad el motivo de cómo funciona no se conoce muy bien,
al parecer cuando se encuentra en la boca se comporta como ácido, pero cuando
pasa al estómago se vuelve alcalino actuando de esta forma como antiácido y
antiinflamatorio.
2º) Que la temperatura no sea la adecuada, entre
otras cosas porque al irse quedando sin agua le añadamos más sobre la marcha.
La temperatura podríamos relacionarla con la secreción de los jugos gástricos. Cuando
vemos u olemos una comida nuestro organismo segrega la cantidad justa de jugos
gástricos que necesitamos para poder metabolizar el alimento que vamos a
introducir (acordaros del experimentos de Pávlov), pueden ocurrir tres
problemas:
1)
Que se reduzca “este fuego”, es decir que la cantidad
segregada no sea suficiente, por lo que la metabolización no va a ser completa,
uno de los motivos puede ser entre otras cosas un estado anímico bajo, ya que
esta situación va a impedir que el nivel de secreción gástrica sea el adecuado.
2)
Que la intensidad del fuego sea alta, es decir que haya
un exceso de secreción en relación a los alimentos que en ese momento estamos digiriendo,
esto puede darse en situaciones de estrés. No todos los alimentos requieren la
misma intensidad de calor para que se hagan, esto supongo que una gran mayoría
ya lo sabéis, por ejemplo: los hidratos de carbono como las pastas, el arroz, etc.
se hacen con un nivel de temperatura menor que si estuviésemos asando una carne;
cada tipo de alimento requiere una preparación diferente.
3)
Que mientras comamos se reduzcan los niveles de
secreción, es decir que se reduzca “ese fuego”, esto puede ocurrir cuando
bebemos agua durante la comida, vamos a explicarlo; si cuando estamos guisando
con una temperatura determinada y sabemos que el tiempo de preparación es
invariable y añadimos agua, lógicamente la temperatura del guiso bajará y la
comida no estará hecha en el tiempo previsto porque la potencia del fuego habrá
disminuido, cuando nos alimentamos ocurre lo mismo, si tomamos agua comiendo se
produce una hemodilución de los jugos gástricos reduciéndose los niveles de
acidez y por lo tanto de metabolización; es de aquí donde surge el tópico de
que hay quien dice que el agua engorda cuando comemos, realmente no engorda,
porque no tiene calorías pero sin embargo facilita este proceso al no permitir
la metabolización completa de los alimentos. Esto me recuerda al hábito del
vino en las comidas, todos sabemos que existen tres tipos de vino que se suelen
usar cuando estamos comiendo: Blanco, Rosado y Tinto; pero conocéis que tipo de
vino va con qué tipo de comida y porqué, veréis el color del vino suele
acompañar al alimento según su dificultad para poder digerirlo, de menos
dificultad a más, vamos a poner unos ejemplos: Blanco en pescados suaves como
mariscos (no son muy pesados de digerir), Rosados en alimentos con algo de
mayor contenido en grasas y por lo tanto más pesados en su digestión como
pueden ser pescados azules, por ejemplo el salmón; y por último los tintos que
suelen acompañar a las carnes por ser estas algo más pesadas que las anteriores
(el porcentaje de alcohol se encuentra directamente relacionado con el grado de
metabolización del alimento, a mayor contenido en grasa-más alcohol, de ahí que
los licores de hierba con una alta graduación se conozcan como digestivos).
3º) Que el alimento que introducimos no se
encuentre lo suficientemente partido (a mayor tamaño y mismo tiempo de
guiso peor para hacerse). Aquí vamos a introducir la importancia de la
masticación y por lo tanto de la insalivación. Vamos a ver cómo podríamos
compararlo desde el punto de vista conductual. Los alimentos entran por la boca
y en ella son triturados por los dientes (los dientes representan nuestra agresividad).
Con los dientes mordemos y masticamos. Una mala dentadura es indicio de que una
persona tiene dificultad para manifestar su agresividad. Los dientes,
representan agresividad y capacidad de dominio (abrirse paso a dentelladas).
Generalmente, suele atribuirse la magnífica dentadura de algunos pueblos
primitivos a la alimentación natural. Pero es que estos pueblos tratan la
agresividad de formas muy diferentes. De todos modos, dejando aparte la
problemática colectiva, el estado de los dientes también es revelador a escala
individual. No creo que sea necesario extenderme mucho más en este aspecto,
resulta evidente que cuanto más mastiquemos los alimentos, mejor podrán ser
digeridos y por lo tanto metabolizados.
4º) Que el tiempo programado no sea el
suficiente. Sabemos que el proceso de la digestión requiere un tiempo
determinado, hoy día llevamos una vida tan activa que incluso no tenemos tiempo
ni para comer. El acto de comer ha de ser tranquilo y sosegado, toda nuestra
atención siempre se debe centrar en aquello que en ese momento estemos
realizando y la alimentación es quizás la más importante. Hemos de tener en
cuenta que a través de la alimentación aportamos a nuestro organismo todo
aquello que este necesita para poder “moverse”, ha de ser una dieta equilibrada
donde se aporten todos los nutrientes que nuestro cuerpo y cerebro necesitan
para el día a día, para ello la dieta ha de ser lo más variada posible,
empezando por el desayuno (que siempre desayunamos lo mismo), pasando por el
almuerzo y terminando por la cena; de la misma forma que no comemos siempre lo
mismo en el almuerzo o la cena hemos de hacer con el desayuno.
5º) Que la persona encargada de la comida se
encuentre haciendo otras cosas y finalmente se le termine quemando. ¿Cuántas
veces no se ha quemado la comida (a nuestras mujeres o madres, a nosotros no
porque no solemos cocinar) por el simple hecho de que se encontraban haciendo otras cosas a la vez?
Cuando esta
situación la trasladamos a nuestra vida real, nos encontramos con una persona que
lleva muchas cosas a la vez. Si pensamos en el comienzo de la digestión,
recordaremos que empieza en la boca, es decir en los dientes, cuando masticamos
estamos realizando un acto de agresividad, todo el mundo sabe que el alimento
mal masticado es difícilmente tolerable por un estómago excitado y con exceso
de ácidos. Pero recordemos que la masticación es agresión. Y cuando falta una
buena masticación el estómago tiene que trabajar más y producir más ácidos. Del
enfermo de estómago podríamos pensar que por diferentes motivos, puede ser una
persona que rehúye los conflictos. Para poder solucionar este problema creo que
el enfermo de estómago debería aprender a tomar conciencia de sus sentimientos,
afrontar conscientemente los conflictos y aceptar de forma consciente todas
aquellas impresiones que le vengan del exterior.
Espero haberos
explicado medianamente bien este proceso, si algo no ha quedado lo
suficientemente claro, no dudéis en preguntármelo.
El próximo día
hablaremos del intestino delgado y de sus connotaciones conductuales.
Nos vemos.